La novedad de la fe
Autor: Mundo Negro
Fecha: 18/07/2013
El tsunami, el gran maremoto que asoló las costas de diversos países del sudeste asiático. El accidente de la central nuclear de Fukushima y el alto nivel de radioactividad que se extendió por Japón. La primavera árabe en distintos países del Medio Oriente, los conflictos y enfrentamientos...
...que no acaban de cesar los desentendimientos entre pueblos vecinos…Todos estos son acontecimientos que atrajeron la atención internacional.
También, y por cuestiones distintas, se mira con mucho interés lo que ocurre en China y en India y su presencia en muchos campos de la economía y las finanzas. En Asia vive el 60 por ciento de la población mundial. Convivencia de etnias y culturas muy diversas y bien desarrolladas. Este continente fue cuna de numerosas religiones. Pero hoy no son pocos los conflictos que se atribuyen a la presencia de esas mismas tradiciones religiosas, cuando en realidad son cuestiones más políticas e ideológicas que religiosas.
La historia de Asia está jalonada de grandes y gloriosos capítulos de una fecunda producción filosófica y realizaciones artísticas espléndidas, pero también de increíbles sufrimientos humanos. Desde las grandes dinastías hasta las pequeñas tribus, desde exuberantes riquezas a situaciones rayando la miseria. Algunos son episodios de una historia terminada. Otros están vivos y actuales.
Desde el punto de vista católico, en unas ocasiones, y como consecuencia del desmoronamiento del bloque comunista, surgen nuevas naciones que gozan de una mayor libertad religiosa. En algunos países ha crecido el número de católicos y se hace notar la presencia de la Iglesia en la vida pública, particularmente en la enseñanza y los centros de asistencia social, sin que se haya logrado todavía una verdadera carta de ciudadanía para lo católico.
En medio de una población mayoritariamente joven, conviven el desarrollo y la pobreza, el progreso económico y la degradación moral. La globalización, como fenómeno cultural, ha llegado a los más remotos rincones de Asia. El hombre asiático de fe cristiana no ha renunciado a su propia cultura y la vive con unas actitudes y signos muy propios. Tiene un gran sentido de Dios, de su presencia e inmensidad.
Una fe profunda unida a la necesidad de la ética personal para vivir el sentido y la mística de la pobreza. Las relaciones humanas con estrechas y hondas.
Asia es un continente inmenso. Será necesario, por tanto, el establecimiento de circunscripciones eclesiásticas de dimensión humana. La Iglesia tiene que ser evangelizadora en este continente, pero teniendo en cuenta las condiciones en las que viven los hombres y mujeres de estas Iglesias de Oriente. Y como trabajo primordial, la oración. También con el estilo propio de los hombres acostumbrados a hablar con lo trascendente y tener el corazón abierto a las inspiraciones y luces que llegan desde lo más alto. En el caso del cristiano, disposición para acoger el Verbo, la Palabra viva de Dios.