1.- Querido D. Manuel, ¿cómo vive su misión de Pastor en la Iglesia de Zaragoza?
Vivo mi misión de Pastor totalmente entregado a la causa de la evangelización de la porción del Pueblo de Dios que el Espíritu y la Iglesia me han confiado. Vivo mi misión de Pastor como lo que ésta es: una vocación que totaliza mi vida. En esto se diferencia la vocación de la profesión. Para mí hay sólo una urgencia: el anuncio del Evangelio.
2.- ¿Se imaginó alguna vez que llegaría a ser nuestro Pastor?
Jamás pensé que llegaría a ser vuestro Arzobispo. Lo cual es normal, pues sólo es el Espíritu, por medio de la Iglesia, quien nos marca siempre el camino a seguir.
3.- ¿Cuándo sintió su vocación para ser sacerdote y cómo la vivió?
Yo sentí mi vocación sacerdotal desde mi más tierna infancia. Viví la vocación como un ardor que quemaba mi alma. Yo quería apartarla de mí, pero no podía. Hasta que un día, cumplidos los 14 años, me dirigí al Señor en la oración y le dije: “Aquí estoy, Dios mío, quiero ser tuyo, sólo tuyo, envíame”
4.- El ser nuestro pastor, D. Manuel, ¿qué le supone en su vida personal?
El ser vuestro Pastor me supone entregar totalmente mi vida por vosotros. Pero esto, que podría pensarse que es un gran sacrificio, os he de reconocer que no me cuesta nada. Me sale casi por connaturalidad, de forma espontánea. Y es que Dios lo pide todo, pero nos da la fuerza para cumplir con alegría y con inefable gozo aquello que nos pide.
5.- ¿Qué opina de las obras que se dedican a ayudar a los más vulnerables y necesitados?
Que son obras exquisitas nacidas de espíritus grandes en los que ha triunfado plenamente el amor de Dios ganado para nosotros por Cristo y derramado en nuestros corazones por el Espíritu. A esta suerte de espíritus pertenecen Juan Bonal y la Madre María Rafols.
6.- Fundación Juan Bonal, de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, destina sus recursos en más de 300 centros de los 5 continentes a la atención de la Sanidad, de la Escolarización, de la Tercera Edad, de la Promoción de la Mujer, del Desarrollo Agropecuario, de las Catástrofes, etc., ¿qué opinión le merecen este trabajo y este destino?
Fundación Juan Bonal no podía dedicar sus recursos a mejor causa. Pues atender a la sanidad, a las necesidades de la escolarización, a la Tercera Edad, a la Promoción de la mujer, al desarrollo agropecuario, a las catástrofes, todo ello es una exigencia derivada del mandamiento del amor, el único mandamiento vinculante.
7.- Todos llevamos dentro un niño, ¿qué le queda de aquel niño que fue?
El niño que todos llevamos dentro no es otra cosa que nuestra esencia más pura, una esencia herida por los efectos del pecado original y violentada, además, por el pecado actual. Por tanto, del niño que hubo en mí y que continúa habiendo en mí me queda el ansia de ser mejor, de cambiar de vida, de adecuar mi existencia a la esencia pura de mi ser, esa esencia herida por el pecado original y constantemente maltratada por el pecado actual.
8.- Cada vez más se acentúa la diferencia entre los países ricos y los países pobres, la llamada brecha social. ¿Esta situación quizá es la responsable de que cada vez seamos más insensibles a los problemas de los países en desarrollo?
El Papa Juan Pablo II señaló este hecho en su encíclica de 1987 Sollicitudo rei socialis. Y, ciertamente, la así llamada brecha social, que sigue presente, puede influir en nuestra insensibilidad a los problemas de los países en desarrollo. Pero yo creo que no hay que ser pesimistas, pues, ciertamente, la brecha social entre el Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado persiste. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la sensibilidad hacia los problemas de los países en desarrollo, la cual crece de día en día.
9.- ¿Qué se podría hacer para que las personas colaboren con la Fundación, apoyando proyectos y apadrinando niños?
Se puede hacer mucho. En primer lugar, hay que anunciar a voz en grito el principio: la necesidad urgente de colaborar con la Fundación apoyando Proyectos o Apadrinando niños. Y, en segundo lugar, hay que trabajar para que la gente conozca la Fundación. Hay muchas personas buenas y bien dispuestas, pero que no conocen las instituciones católicas. Y hemos de acercarnos a ellas.
10.- Conocemos su entrega a los demás. ¿Cómo nos animaría para seguir adelante?
El ánimo para seguir adelante sin desfallecer y sin volver la mirada hacia atrás lo encontramos en la oración. En la oración descubrimos que el fruto del trabajo apostólico y del trabajo social en bien del prójimo necesitado lo da siempre Dios. Trabajamos para el Señor, en la viña del Señor y siguiendo el modo que nos marca el Señor. La empresa no es nuestra. Es suya. Él la guía y le da el crecimiento. Nosotros somos siervos inútiles, y de esto hemos de cobrar plena conciencia. Hemos de trabajar como si todo dependiera de nosotros, siendo, al mismo tiempo, bien conscientes de que es siempre Dios quien tiene la última palabra en todo.
Muchas gracias D. Manuel por sus hermosas palabras, sus ánimos y su tiempo.
D. Manuel Ureña Pastor
Arzobispo de Zaragoza