La Hermana Berthilde está trabajando desde hace tiempo en Rwanda, en una comunidad con grandes necesidades. Nos ofrece su perspectiva desde el país africano.
¿Cómo ha sido tu experiencia allí?, ¿cómo llegaste y qué te encontraste?
Yo soy rwandesa y estoy realizando la misión en Rwanda.
Cuando empecé mi misión, era justo después de la guerra. Había muchas dificultades: mucha pobreza, huérfanos, viudas, mucha gente con carencias, muchas heridas… Después empezaron los juicios populares y mucho más….
En todo esto, mi experiencia ha sido de mucha fe, muchas veces con miedo, valentía… Sobre todo, me he apoyado en el amor que acoge a todo el mundo. Yo diría que he travesado las fronteras de razas y he acogido, escuchado y ayudado a todo el mundo, según la situación que estaba viviendo.
La herencia del genocidio ha debido de ser muy dura para todos, especialmente para los más vulnerables... ¿cómo encontraste el valor para hacer frente a semejante violencia?, ¿cómo se ayuda a un niño huérfano en ese contexto?
Yo diría que la fuerza en el momento difícil te llega a la hora de actuar. La oración y la vida fraternal (la comunidad) ayudan mucho.
Materialmente, gracias a la fundación Juan Bonal y otras personas de buena voluntad, hemos podido ayudar mucha gente.
¿Y cómo has afrontado estos retos? Las soluciones no habrán sido fáciles...
Las soluciones no han sido fáciles. Algunos niños vivían absolutamente solos. En algunas familias, la responsable tenía 8 ó 10 años... Les acompañábamos de cerca y en casi todo: darles la comida (que ellos mismos preparaban), materia escolar, saber si estudian, hablar con ellos, etc. Ahora han crecido. La mayoría tiene su foyer, otros han terminado sus estudios…
Recientemente habéis implantado un proyecto que incorpora la nueva estrategia de trabajo de Fundación Juan Bonal y que ha contado con la colaboración de Manos Unidas. ¿Qué ha supuesto este proyecto para la comunidad?
Primeramente, agradezco mucho a la fundación Juan Bonal y a Manos unidas que nos hayan ayudado a realizarlo. Es un proyecto muy vivo. Nos implica mucho como comunidad, e implica mucho a la gente: a los destinatarios y a los que nos ayudan a realizarlo. Con este proyecto, estamos ensañando a la gente a pescar, para que luego sean autónomos.
¿Cómo valoras el nuevo enfoque estratégico de acción, basado en la sostenibilidad?
Lo valoro muy positivamente, sobre todo porque está en una línea de sostenimiento, mantenimiento, de tocar las raíces del problema e ir mirando juntos las soluciones.
¿Ha sido difícil la implantación?, ¿crees que el nuevo enfoque es viable y fructífero?
La implantación no ha sido fácil. Lo primero era para entenderlo nosotras mismas. Nos preguntábamos: ¿Por dónde empezar? ¿Con quién trabajaremos? ¿Dónde y cómo ponernos en marcha? Nos hacíamos muchas preguntas, y poco a poco a poco hemos ido teniendo luces. Estamos muy contentas con el proyecto.
¿Qué le dirías a otras Hermanas que, en misiones como la tuya, todavía desconocen esta forma de trabajo?
Les diría que es un buen proyecto, que implica a mucha gente en la búsqueda y en la creatividad para realizar la obra de la Caridad. Nuestros destinatarios están aprendiendo a pescar ellos mismos, y entendiendo que nada cae del cielo.
¿Qué tiene Rwanda que hace que permanezcas allí?
A parte de que es mi querido país y de su naturaleza, permanezco en Rwanda a causa de las muchas tareas que piden e implican a nuestro carisma de las Hermanas de la Caridad de santa Ana.
¿Qué deseas para el futuro de Rwanda?
Deseo que Rwanda se desarrolle cada vez más, que tenga paz y prosperidad, cuidando sus valores de acogida, sobre todo a los más pobres.
Muchas gracias por tu labor, Hermana. Cambiar la vida de estas personas y darles esperanzas, como lo hacéis, no tiene precio.